viernes, 28 de octubre de 2011

EL LUGAR DONDE ESTAN LOS MUERTOS 004 y FINAL

DERRIBANDO FALSAS ENSEÑANZAS RESPECTO A LA MUERTE

 

 

 

EL LUGAR DONDE ESTAN LOS MUERTOS

 

“Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:39–43).

 

 

 

Existen varios conceptos erróneos acerca de la condición de los muertos.

 

El primero es que “las almas de los muertos transmigrarán y regresarán en otros cuerpos humanos, en animales, o en objetos físicos”. Nosotros no regresamos a la tierra para morir una y otra vez. Esta idea violenta algunas enseñanzas de las Escrituras tales como Hebreos 9:27: “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y

después de esto el juicio”. En lo que respecta a los muertos esto es lo que está escrito: “Y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol” (Eclesiastés 9:6). Una vida en la tierra es todo lo que tendremos; después entraremos a la esfera de lo espiritual para nunca más tener existencia terrenal.

 

 

Otro concepto erróneo es que “el alma dormirá o dejará de existir hasta la resurrección de los muertos”. Aunque la palabra “dormir” es usada en lo que respecta a los muertos en Juan 11:11–13 y en 1 Tesalonicenses 4:14–15, tal uso es sólo con el fin de describir la apariencia y condición del cuerpo. La palabra “dormir” es una metáfora que se usa como una forma de dar certeza en el sentido de que la muerte del cuerpo no es el fin, sino que la vida continúa después de la muerte, así como la persona que duerme continúa teniendo vida.

 

Los que hacen uso de Eclesiastés 9:5–6 para alegar que los muertos no saben nada porque duermen, o porque no existen, están aplicando mal el pasaje. El escritor estaba comentando sólo la relación de los muertos con esta vida. Los muertos no saben lo que está ocurriendo aquí y no pueden recibir recompensas terrenales. Ellos sí saben lo

que está sucediendo en el lugar en el cual se encuentran, y participarán de las cosas del mundo invisible de los muertos (Lucas 16:19–31). Serán recompensados o castigados después de que esta vida termine (2 Corintios 5:10; Mateo 25:46).

 

Un tercer concepto erróneo es que “los muertos pueden comunicarse con los vivos y que los vivos pueden comunicarse con los muertos a través de un médium”. Esto es espiritualismo o espiritismo. Los que actúan como médiums son severamente condenados en la Biblia. A Lázaro no se le permitió regresar a hablar con los hermanos del hombre rico (Lucas 16:27–31). Los muertos no tienen conocimiento acerca de lo sucede aquí y no participan más de nada de lo que sucede en la tierra.

 

Otro concepto erróneo es que “orando a los muertos, a los ‘santos’, o a otros, podemos recibir ayuda de ellos”. Jesús es nuestro socorro (Hebreos 4:15–16) y nuestro único mediador (1 Timoteo 2:5), no alguien que haya muerto. Dado que él fue como nosotros somos, él puede compadecerse de nuestras debilidades y puede darnos la ayuda que necesitamos (Hebreos 2:17–18; 4:15–16).

 

Todavía otro concepto erróneo es que “habrá una segunda oportunidad para salvación después de esta vida”. Jesús señaló que, más allá de esta vida, una sima está puesta entre los impíos y los justos. Nadie puede pasarse de una esfera a la otra. El juicio que se nos hará se basará en la obras que hayamos hecho mientras estuvimos en el cuerpo

(2 Corintios 5:10). Debido a esto, nuestros destinos estarán sellados una vez que abandonemos nuestros cuerpos. Los que mueren en sus pecados no pueden estar con Jesús (Juan 8:21). Por lo tanto, “he aquí ahora el día de salvación” (2 Corintios 6:2).

 

También existe el mal concepto del purgatorio, en el sentido de que “después de la muerte, las almas van al purgatorio hasta el día del juicio”.  Según esta doctrina, aunque los pecados sean perdonados, el castigo temporal debe ser sufrido para que el pecador pueda recibir completa retribución por sus pecados y merecer ir al cielo. La idea es que si no se sufrió lo suficiente en esta vida, entonces el pecador sufrirá en el purgatorio. El tiempo, y el grado de castigo, se dice que han de ser determinados por el grado de culpa de uno. Las buenas obras, las indulgencias de diferente tipo, y la ayuda de los “santos” y de otros, se cree que acortarán la permanencia del alma en el purgatorio.

 

La doctrina del purgatorio no se encuentra, ni en el Antiguo, ni en el Nuevo Testamento, pero se basa en una expresión de los Apócrifos, una sección de la Biblia Católica Romana que no alega ser inspirada y que es rechazada como inspirada por casi todo mundo excepto los católicos romanos. En el pasaje se lee como sigue: “Es, por lo tanto, una idea santa y sana el orar por los muertos, para que puedan ser liberados de sus pecados” (2 Macabeos 12:46).

 

Un teólogo católico romano definió el purgatorio como “el estado y lugar de castigo, donde el castigo temporal, por los pecados previamente perdonados, debe ser sufrido, y la culpa por los pecados veniales, de los que no ha habido arrepentimiento, es quitada del alma de la persona que muere en el estado de gracia; el lugar de limpieza y preparación del cual el alma va directo al cielo”.

 

Esta doctrina le resta a la suficiencia del sufrimiento y de la muerte de Jesús en la cruz (1 Pedro 1:18–20), y hacen necesarios las buenas obras y el mérito y el sufrimiento

humanos para poder entrar al cielo —una enseñanza que la Biblia refuta (Efesios 2:8; Tito 3:5). Esta enseñanza también contradice la enseñanza de Jesús acerca de la sima que está en el Hades, la cual no puede ser traspasada (Lucas 16:22–26).

 

 

Un sétimo concepto erróneo es que el “bautismo se le puede administrar a una persona viviente a favor de una que ha muerto”. Esta doctrina se basa principalmente en 1 Corintios 15:29, el cual es un pasaje difícil: “De otro modo, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos, si en ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué, pues, se bautizan por los muertos?”. En este contexto, Pablo estaba presentando argumentos respecto a la resurrección. Estaba mostrando la manera como algunos creían en la vida después de la muerte. Si hubiera estado refiriéndose a la práctica de bautizarse por los que habían muerto, eso no quiere decir que estaba aprobando tal práctica, sino que, tan sólo se refirió a la creencia de ellos en la vida más allá del sepulcro. La Biblia no ofrece ninguna esperanza para los que mueren en sus pecados, más bien, señala que no pueden ir al cielo (Juan 8:21). Reiterando lo dicho, debemos notar que la sima entre los justos y los impíos no puede ser traspasada.

 

Otro concepto erróneo es que “los seres queridos fallecidos están viendo lo que estamos haciendo”. Hay quienes temen que su conducta terrenal pueda causarles preocupación y asombro a sus seres queridos que se han ido. Es por esta razón que tratan de hablarles y tratan de hacer lo que creen que ha de agradarles. No obstante, los muertos ya no saben nada más de lo que está ocurriendo en la tierra.

 

Un último concepto erróneo es que no habrá necesidad de un juicio. El argumento es que “si los impíos y los justos están separados en el Hades, entonces no hay necesidad de que haya un día del juicio”. Jesús ya sabe quiénes son los suyos (Juan 10:14, 27; 2 Timoteo 2:19). El día del juicio, Jesús no se va a estar preguntando si deberíamos ir al cielo o al infierno. En ese momento, Jesús pronunciará nuestras sentencias y después verificará los registros con nosotros (Mateo 25:31–46).

 

 

UN RESUMEN PARA TERMINAR EL ESTUDIO

 

Los que han muerto son ahora almas incorpóreas que esperan en el Hades, ya sea en el paraíso o en el tártaro. Una sima está puesta entre estos dos, de manera que los muertos deben permanecer donde se encuentran hasta que suceda la resurrección de los muertos. Hasta la fecha, ninguno ha ascendido al cielo (Hechos 2:34), ni descendido al castigo final (lago de fuego, o segunda muerte según Apocalipsis).

 

Preparémonos para morir y entrar a este estado intermedio mientras todavía haya tiempo (2 Corintios 6:2).

 

 

Jorge E. Pino Valenzuela

Pastor Evangelista…

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