“Y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio” (Eclesiastés 12:7).
¿Qué le suceden al cuerpo, al alma, y al espíritu cuando una persona muere? ¿Siguen existiendo el alma y el espíritu cuando el cuerpo muere? ¿Existe alguna forma en la cual vivimos después de la muerte?
Aunque la Biblia dice que “el cuerpo sin espíritu está muerto” (Santiago 2:26), no dice que el espíritu sin el cuerpo está muerto. Jesús indicó que nosotros seguimos teniendo vida después de la muerte: “¿No habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos” (Mateo 22:31–32).
“Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.” (Santiago 2:26 RV60)
“Pero respecto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos.” (Mat 22:31-32 RV60)
Si Dios es el Dios de los patriarcas y no es el Dios de los muertos sino de los vivos, entonces, en alguna forma, estas figuras bíblicas estaban vivas después de la muerte.
Aunque habían muerto mucho tiempo atrás, Moisés y Elías aparecieron con Jesús en el Monte de la Transfiguración (Mateo 17:1– 4).
Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él. Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. (Mat 17:1-4 RV60)
Jesús también describió a Abraham, a Lázaro y al rico como teniendo vida y conciencia después de la muerte en Lucas 16:19–30.
Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. El entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. (Lucas 16:19-30 RV60)
Pablo pudo haber estado fuera del cuerpo cuando fue arrebatado al tercer cielo (2 Corintios 12:2–4), lo cual puede significar que podemos existir fuera de nuestros cuerpos.
Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar. (2Corintios 12:2-4 RV60)
Pablo escribió que a él le gustaría estar “ausente del cuerpo” (2 Corintios 5:8), lo cual es una indicación de que podemos vivir fuera de nuestros cuerpos.
pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor.(2Corintios 5:8 RV60)
Pr. Jorge E. Pino Valenzuela.
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