miércoles, 26 de octubre de 2011

¡¡PURIFICAME SEÑOR!!

El Señor todopoderoso dice: "Voy a enviar mi mensajero para que me prepare el camino. El Señor, a quien ustedes están buscando, va a entrar de pronto en su templo. ¡Ya llega el mensajero de la alianza que ustedes desean!"  Pero ¿quién podrá resistir el día de su venida? ¿Quién podrá entonces permanecer en pie? Pues llegará como un fuego, para purificarnos; será como un jabón que quitará nuestras manchas.

El Señor se sentará a purificar a los sacerdotes, los descendientes de Leví, como quien purifica la plata y el oro en el fuego. Después ellos podrán presentar su ofrenda al Señor, tal como deben hacerlo.  El Señor se alegrará entonces de la ofrenda de Judá y Jerusalén, igual que se alegraba de ella en otros tiempos. El Señor todopoderoso dice: "Yo vendré a juzgarlos a ustedes. Y al mismo tiempo seré testigo contra los que practican la magia, los que cometen adulterio, los que juran en falso, los que oprimen a los trabajadores, a las viudas y a los huérfanos, los que tratan mal a los extranjeros y los que me faltan al respeto.  "Yo soy el Señor. No he cambiado. Y por eso ustedes, descendientes de Jacob, no han sido aniquilados.

(Malaquías 3:1-6 DHH)

 

Las primeras palabras de este capítulo parecen respuesta para los escarnecedores de aquella época. Hay aquí una profecía de la aparición de Juan el Bautista. Es el heraldo de Cristo. Le preparará el camino, llamando a los hombres al arrepentimiento. El Mesías ha sido llamado desde hace mucho tiempo, “El que debe venir” y ahora vendrá dentro de poco. Él es el Mensajero del pacto.

 

Quienes buscan a Jesús, encontrarán placer en Él a menudo cuando no lo esperan. El Señor Jesús prepara el corazón de los pecadores para que sean su templo, por el ministerio de su palabra y las convicciones de su Espíritu, y Él entra como el Mensajero de paz y consuelo.

 

Ningún hipócrita o formalista puede soportar su doctrina o comparecer ante su tribunal. Cristo vino a distinguir entre los hombres, a separar entre lo precioso y lo vil. Se sentará como un refinador. Cristo, por su evangelio, purificará y reformará su Iglesia, y por su Espíritu obrando con ella, regenerará y limpiará las almas. Quitará la escoria de ellas. Apartará sus corrupciones que invalidan e inutilizan sus facultades.

 

El creyente no tiene que temer la prueba feroz de las tentaciones y aflicciones por la cual afina su oro el Salvador. Él cuidará que no sea más fuerte ni más larga que lo necesario para su bien. La prueba terminará en forma muy diferente de la del impío. Cristo los hará aceptables intercediendo por ellos. Donde no hay temor de Dios no se debe esperar nada bueno.

 

El mal persigue a los pecadores. Dios es inmutable. Aunque la sentencia contra las malas obras no sea ejecutada pronto, será ejecutada; el Señor es tan enemigo del pecado como siempre. Todos nos podemos aplicar esto.

 

Porque tenemos que ver con un Dios que no cambia, es que no somos consumidos; porque sus misericordias no fallan.

 

 

Pr. Jorge E. Pino Valenzuela

Santiago de Chile

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