viernes, 28 de octubre de 2011

EL LUGAR DONDE ESTAN LOS MUERTOS 004 y FINAL

DERRIBANDO FALSAS ENSEÑANZAS RESPECTO A LA MUERTE

 

 

 

EL LUGAR DONDE ESTAN LOS MUERTOS

 

“Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:39–43).

 

 

 

Existen varios conceptos erróneos acerca de la condición de los muertos.

 

El primero es que “las almas de los muertos transmigrarán y regresarán en otros cuerpos humanos, en animales, o en objetos físicos”. Nosotros no regresamos a la tierra para morir una y otra vez. Esta idea violenta algunas enseñanzas de las Escrituras tales como Hebreos 9:27: “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y

después de esto el juicio”. En lo que respecta a los muertos esto es lo que está escrito: “Y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol” (Eclesiastés 9:6). Una vida en la tierra es todo lo que tendremos; después entraremos a la esfera de lo espiritual para nunca más tener existencia terrenal.

 

 

Otro concepto erróneo es que “el alma dormirá o dejará de existir hasta la resurrección de los muertos”. Aunque la palabra “dormir” es usada en lo que respecta a los muertos en Juan 11:11–13 y en 1 Tesalonicenses 4:14–15, tal uso es sólo con el fin de describir la apariencia y condición del cuerpo. La palabra “dormir” es una metáfora que se usa como una forma de dar certeza en el sentido de que la muerte del cuerpo no es el fin, sino que la vida continúa después de la muerte, así como la persona que duerme continúa teniendo vida.

 

Los que hacen uso de Eclesiastés 9:5–6 para alegar que los muertos no saben nada porque duermen, o porque no existen, están aplicando mal el pasaje. El escritor estaba comentando sólo la relación de los muertos con esta vida. Los muertos no saben lo que está ocurriendo aquí y no pueden recibir recompensas terrenales. Ellos sí saben lo

que está sucediendo en el lugar en el cual se encuentran, y participarán de las cosas del mundo invisible de los muertos (Lucas 16:19–31). Serán recompensados o castigados después de que esta vida termine (2 Corintios 5:10; Mateo 25:46).

 

Un tercer concepto erróneo es que “los muertos pueden comunicarse con los vivos y que los vivos pueden comunicarse con los muertos a través de un médium”. Esto es espiritualismo o espiritismo. Los que actúan como médiums son severamente condenados en la Biblia. A Lázaro no se le permitió regresar a hablar con los hermanos del hombre rico (Lucas 16:27–31). Los muertos no tienen conocimiento acerca de lo sucede aquí y no participan más de nada de lo que sucede en la tierra.

 

Otro concepto erróneo es que “orando a los muertos, a los ‘santos’, o a otros, podemos recibir ayuda de ellos”. Jesús es nuestro socorro (Hebreos 4:15–16) y nuestro único mediador (1 Timoteo 2:5), no alguien que haya muerto. Dado que él fue como nosotros somos, él puede compadecerse de nuestras debilidades y puede darnos la ayuda que necesitamos (Hebreos 2:17–18; 4:15–16).

 

Todavía otro concepto erróneo es que “habrá una segunda oportunidad para salvación después de esta vida”. Jesús señaló que, más allá de esta vida, una sima está puesta entre los impíos y los justos. Nadie puede pasarse de una esfera a la otra. El juicio que se nos hará se basará en la obras que hayamos hecho mientras estuvimos en el cuerpo

(2 Corintios 5:10). Debido a esto, nuestros destinos estarán sellados una vez que abandonemos nuestros cuerpos. Los que mueren en sus pecados no pueden estar con Jesús (Juan 8:21). Por lo tanto, “he aquí ahora el día de salvación” (2 Corintios 6:2).

 

También existe el mal concepto del purgatorio, en el sentido de que “después de la muerte, las almas van al purgatorio hasta el día del juicio”.  Según esta doctrina, aunque los pecados sean perdonados, el castigo temporal debe ser sufrido para que el pecador pueda recibir completa retribución por sus pecados y merecer ir al cielo. La idea es que si no se sufrió lo suficiente en esta vida, entonces el pecador sufrirá en el purgatorio. El tiempo, y el grado de castigo, se dice que han de ser determinados por el grado de culpa de uno. Las buenas obras, las indulgencias de diferente tipo, y la ayuda de los “santos” y de otros, se cree que acortarán la permanencia del alma en el purgatorio.

 

La doctrina del purgatorio no se encuentra, ni en el Antiguo, ni en el Nuevo Testamento, pero se basa en una expresión de los Apócrifos, una sección de la Biblia Católica Romana que no alega ser inspirada y que es rechazada como inspirada por casi todo mundo excepto los católicos romanos. En el pasaje se lee como sigue: “Es, por lo tanto, una idea santa y sana el orar por los muertos, para que puedan ser liberados de sus pecados” (2 Macabeos 12:46).

 

Un teólogo católico romano definió el purgatorio como “el estado y lugar de castigo, donde el castigo temporal, por los pecados previamente perdonados, debe ser sufrido, y la culpa por los pecados veniales, de los que no ha habido arrepentimiento, es quitada del alma de la persona que muere en el estado de gracia; el lugar de limpieza y preparación del cual el alma va directo al cielo”.

 

Esta doctrina le resta a la suficiencia del sufrimiento y de la muerte de Jesús en la cruz (1 Pedro 1:18–20), y hacen necesarios las buenas obras y el mérito y el sufrimiento

humanos para poder entrar al cielo —una enseñanza que la Biblia refuta (Efesios 2:8; Tito 3:5). Esta enseñanza también contradice la enseñanza de Jesús acerca de la sima que está en el Hades, la cual no puede ser traspasada (Lucas 16:22–26).

 

 

Un sétimo concepto erróneo es que el “bautismo se le puede administrar a una persona viviente a favor de una que ha muerto”. Esta doctrina se basa principalmente en 1 Corintios 15:29, el cual es un pasaje difícil: “De otro modo, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos, si en ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué, pues, se bautizan por los muertos?”. En este contexto, Pablo estaba presentando argumentos respecto a la resurrección. Estaba mostrando la manera como algunos creían en la vida después de la muerte. Si hubiera estado refiriéndose a la práctica de bautizarse por los que habían muerto, eso no quiere decir que estaba aprobando tal práctica, sino que, tan sólo se refirió a la creencia de ellos en la vida más allá del sepulcro. La Biblia no ofrece ninguna esperanza para los que mueren en sus pecados, más bien, señala que no pueden ir al cielo (Juan 8:21). Reiterando lo dicho, debemos notar que la sima entre los justos y los impíos no puede ser traspasada.

 

Otro concepto erróneo es que “los seres queridos fallecidos están viendo lo que estamos haciendo”. Hay quienes temen que su conducta terrenal pueda causarles preocupación y asombro a sus seres queridos que se han ido. Es por esta razón que tratan de hablarles y tratan de hacer lo que creen que ha de agradarles. No obstante, los muertos ya no saben nada más de lo que está ocurriendo en la tierra.

 

Un último concepto erróneo es que no habrá necesidad de un juicio. El argumento es que “si los impíos y los justos están separados en el Hades, entonces no hay necesidad de que haya un día del juicio”. Jesús ya sabe quiénes son los suyos (Juan 10:14, 27; 2 Timoteo 2:19). El día del juicio, Jesús no se va a estar preguntando si deberíamos ir al cielo o al infierno. En ese momento, Jesús pronunciará nuestras sentencias y después verificará los registros con nosotros (Mateo 25:31–46).

 

 

UN RESUMEN PARA TERMINAR EL ESTUDIO

 

Los que han muerto son ahora almas incorpóreas que esperan en el Hades, ya sea en el paraíso o en el tártaro. Una sima está puesta entre estos dos, de manera que los muertos deben permanecer donde se encuentran hasta que suceda la resurrección de los muertos. Hasta la fecha, ninguno ha ascendido al cielo (Hechos 2:34), ni descendido al castigo final (lago de fuego, o segunda muerte según Apocalipsis).

 

Preparémonos para morir y entrar a este estado intermedio mientras todavía haya tiempo (2 Corintios 6:2).

 

 

Jorge E. Pino Valenzuela

Pastor Evangelista…

jueves, 27 de octubre de 2011

EL LUGAR DONDE ESTAN LOS MUERTOS 003

 

 

EL LUGAR DONDE ESTAN LOS MUERTOS

 

“Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:39–43).

 

 

PARAISO Y TARTAROS, LOS DOS LUGARES DEL HADES

 

 

El paraíso

El Hades se divide en dos secciones separadas (Lucas 16:26). Una de estas es el paraíso, y la otra es el tártaro.

 

Jesús le dio certeza al ladrón en la cruz con las siguientes palabras: “De cierto, de cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43). La palabra “Paraíso” (del griego paradeisos) significa “parque”, un lugar de belleza y consuelo (tal vez estos textos se refieran al mismo lugar 2 Corintios 12:1– 4; Apocalipsis 2:7) o, como en este caso, a un lugar al cual los muertos justos van. Aunque el cuerpo de Jesús fue puesto en el sepulcro (Lucas 23:52–53), su alma fue al Hades (Hechos 2:27, 31). Jesús no ascendió al cielo al morir, esto es lo que evidencian las palabras que le dijo a María Magdalena: “No me toques, porque aún no he subido a mi Padre” (Juan 20:17).

 

De lo anterior podemos concluir que cuando Jesús y el ladrón en la cruz murieron, ambos fueron a la sección del Hades llamada paraíso, un lugar de descanso y belleza.

Del “seno de Abraham”, de Lucas 16:22, se debe pensar que es sinónimo de paraíso. Los justos van al paraíso cuando mueren. La expresión “seno de Abraham” indica  sencillamente el amor que Abraham tenía por Lázaro.

 

Natán, el profeta, habló de un hombre pobre cuya corderita dormía en su seno (2 Samuel 12:3), con lo que mostraba su amor y su cuidado por la corderita. El discípulo a quien Jesús amaba se recostó en el seno, o al lado de Jesús (Juan 13:23), una señal del amor de Jesús por tal discípulo. De Jesús se dice que él está en el seno del Padre (Juan 1:18), una expresión que no debemos tomar literalmente (eso sería politeísmo), sino de la relación entre la manifestación de Dios como Padre y como Hijo.

 

El rico no era amado ni honrado por Abraham, como muchos judíos lo esperaban; en lugar de éste fue el pobre Lázaro el que recibió la aceptación por parte de Abraham.

 

El tártaro

Una “gran sima” que hay en el Hades divide el paraíso del tártaro, el lugar de tormento y de dolor. La palabra tartaros, del griego, la cual, desafortunadamente, se tradujo como “infierno” en la Reina-Valera, aparece sólo una vez en el Nuevo Testamento: “Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno [tártaros] los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio:…” (2 Pedro 2:4).

 

Los ángeles impíos van a estar allí, pero puede ser que ellos sean trasladados al “fuego eterno”, donde los injustos serán castigados junto con ellos (Mateo 25:41). Los espíritus de los muertos desobedientes están encarcelados allí (1 Pedro 3:19–20). A través de su espíritu (1 Pedro 1:11) en Noé, cuya boca él usó (2 Pedro 2:5), Jesús  predicó a algunos de ellos en los días de Noé. Como ellos rechazaron el mensaje, sus espíritus fueron encarcelados en el tártaro, donde estaban en el momento en que Pedro

escribió su segunda carta. Esta parte del Seol es mencionada en el cántico de Moisés: “Porque fuego se ha encendido en mi ira, y arderá hasta las profundidades del Seol” en Deuteronomio 32:22.

 

El tártaro es la parte baja del Seol.

 

El esquema debe ser el siguiente:

 

 

EL HADES O SEOL:

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Jorge E. Pino Valenzuela

Pastor Evangelista…

EL LUGAR DONDE ESTAN LOS MUERTOS 002

 

 

EL LUGAR DONDE ESTAN LOS MUERTOS

 

“Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:39–43).

 

PROFUNDIZANDO EN EL CONCEPTO DE HADES.

 

Al hablar sobre Lázaro y el rico, es importante destacar, que al no ser una parábola, podemos extraer un cuadro muy vívido del Hades (Lucas 16:19–31).

 

Había un hombre rico,  que se vestía de púrpura y de lino fino,  y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro,  que estaba echado a la puerta de aquél,  lleno de llagas,  y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico;  y aun los perros venían y le lamían las llagas.  Aconteció que murió el mendigo,  y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham;  y murió también el rico,  y fue sepultado.  Y en el Hades alzó sus ojos,  estando en tormentos,  y vio de lejos a Abraham,  y a Lázaro en su seno.  Entonces él,  dando voces,  dijo:  Padre Abraham,  ten misericordia de mí,  y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua,  y refresque mi lengua;  porque estoy atormentado en esta llama.  Pero Abraham le dijo:  Hijo,  acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida,  y Lázaro también males;  pero ahora éste es consolado aquí,  y tú atormentado. Además de todo esto,  una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros,  de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros,  no pueden,  ni de allá pasar acá.  Entonces le dijo:  Te ruego,  pues,  padre,  que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos,  para que les testifique,  a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento.  Y Abraham le dijo:  A Moisés y a los profetas tienen;  óiganlos.  El entonces dijo:  No,  padre Abraham;  pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos,  se arrepentirán.  Mas Abraham le dijo:  Si no oyen a Moisés y a los profetas,  tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos.(Lucas 16:19-31 RV60)

 

Todo este relato indica que Jesús se refería a un evento que verdaderamente ocurrió. En muchos casos cuando Jesús contó parábolas, él indicaba que eran parábolas por medio de expresar que el tema a tratar era “semejante” a otra cosa. En otros casos, cuando contó parábolas, no hizo uso de palabras de comparación para indicar que estaba contando una parábola; pero el contexto reveló que se trataba de una parábola.

 

 Las parábolas que Jesús contó siempre se basaron en eventos que podían ocurrir. Nunca incluyó nada que fuera contrario a la realidad, que no pudiera ser cierto, a menos que lo que dijo acerca de Lázaro y el rico fuera la excepción. Por esta razón, deberíamos aceptar el relato acerca de Lázaro como un evento real, o por lo menos como una ilustración que hace uso de cosas que podrían suceder.

 

La palabra tis, del griego, la cual se traduce como “un”, es usada para referirse tanto al rico como a Lázaro en los versos 19 y 20 respectivamente. Tis se usa consistentemente para referirse a personas específicas y conocidas. Una muestra de los escritos de Lucas, por sí sola, prueba que esto es cierto (y para eso, basta que lea algunos textos como por ejemplo Lucas 1:5; 12:16; 13:6; 14:1–2; 15:11; etc.)  Jesús estaba hablando de dos personas que realmente existieron.

 

Si ésta no hubiera sido su intención, no hubiera usado la palabra Tis cuando se refirió a ambos hombres. El mencionar a Lázaro por su nombre es también una indicación significativa en el sentido de que Jesús se estaba refiriendo a una persona real. De hecho, esta es la única parábola en la cual realmente se menciona a alguien por nombre.

 

De manera que, según un examen de este relato, podemos hallar algunas respuestas a ciertas preguntas concernientes al Hades, yo por lo menos encuentro 10 afirmaciones que podemos hacer al analizar el texto... tal vez usted pueda ver más.

 

1) Tanto los justos como los impíos van al Hades. El rico y Lázaro fueron allí.

2) Los impíos son atormentados, y no hay alivio disponible para los que están siendo castigados.

3) Los justos están en un lugar de consuelo.

4) Todos retienen su identidad, y cada uno recuerda lo que sucedió en la tierra.

5) Todos están conscientes de lo que les rodea.

6) Los impíos están separados de los justos por medio de una “gran sima” [un abismo, no una montaña], y ésta impide que los justos y los impíos puedan pasarse de un lado a otro.

7) Todos pueden comunicarse con los demás.

8) Todo mundo es reconocible en la esfera de lo incorpóreo.

9) Hay gente todavía viviendo en la tierra. Los hermanos del rico todavía estaban vivos sobre la tierra.

10) Nadie puede regresar a, ni comunicarse con, los vivientes.

 

El hades está dividido en dos secciones… que pronto observaremos…

 

Dios les bendiga!!!

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Jorge E. Pino Valenzuela

Pastor Evangelista…

EL LUGAR DONDE ESTAN LOS MUERTOS 001

¡¡Paz y Gracia!! He recibido muchos correos electrónicos y mensajes en Facebook con preguntas que surgieron del estudio anterior, he comenzado un nuevo estudio que aclare algunos conceptos erróneos respecto al lugar donde están los muertos (tanto cristianos [que duermen] como no cristianos [que mueren]). Espero que sea aclaratorio para todos ustedes... Gracias por sus visitas, en dos días ya tenemos un promedio de 100 visitas por día. Dios les bendiga!

 

EL LUGAR DONDE ESTAN LOS MUERTOS

 

“Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:39–43).

 

 

Ya dijimos en el estudio anterior que el alma abandona el cuerpo en el momento de la muerte. Después de la partida del alma uno no estará más revestido con un cuerpo físico.

 

Porque sabemos que si nuestra morada terrestre,  este tabernáculo,  se deshiciere,  tenemos de Dios un edificio,  una casa no hecha de manos,  eterna,  en los cielos. Y por esto también gemimos,  deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial;  pues así seremos hallados vestidos,  y no desnudos.  Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia;  porque no quisiéramos ser desnudados,  sino revestidos,  para que lo mortal sea absorbido por la vida.  Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios,  quien nos ha dado las arras del Espíritu.  Así que vivimos confiados siempre,  y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo,  estamos ausentes del Señor  (porque por fe andamos,  no por vista);  pero confiamos,  y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo,  y presentes al Señor. (2Co 5:1-8 RV60)

 

 

Esto fue lo Pedro escribió: “Tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación; sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo…” (2 Pedro 1:13–14). Pedro se estaba refiriendo a su alma, la cual, en el momento de la muerte, deja el cuerpo junto con el espíritu y entra en la esfera de lo espiritual. Él —el ser interior, el alma— iba a dejar el cuerpo. De lo anterior podemos llegar a la conclusión que cuando una persona muere, ésta dejará su cuerpo e irá a estar

con otros espíritus incorpóreos.

 

En Apocalipsis, Juan describió a los muertos que han partido como estando bajo el altar y después sobre tronos (Apocalipsis 6:9; 20:4). Su expresión en el sentido de que “(él vio) las almas de los decapitados” indica que estaba escribiendo acerca de los muertos que ya no estaban en sus cuerpos.

 

Cuando el alma de una persona abandona el cuerpo de ésta, ella va a un estado intermedio, esto es importante tenerlo presente, a esperar la resurrección.

 

A esta altura es importante hacernos unas cuantas preguntas para poder empezar a esclarecer lo que la Biblia dice:

 

Ø  ¿Están las almas conscientes o inconscientes?

Ø  ¿Pueden ellas hacer algo para cambiar su condición o el lugar en el cual se encuentran?

Ø  ¿Podemos ayudarles, y, pueden ellas ayudarnos?

Ø  ¿Van al purgatorio, donde permanecen hasta que hayan recibido castigo temporal suficiente por sus pecados, y después poder entrar al cielo?

Ø  ¿Hay una segunda oportunidad de salvación?.

 

 

EL SEOL… EL HADES…

 

El Antiguo Testamento enseñaba que los muertos iban al Seol; la palabra equivalente a ésta en el Nuevo Testamento es Hades. La palabra Seol, del hebreo, la cual aparece 65 veces en el Antiguo Testamento, se traduce en la King James, 31 veces como “infierno”, 31 veces como “sepulcro” y 3 veces como “hoyo”.

 

Cuando se usa  la palabra “infierno” como traducción de Seol genera mucha confusión. El Seol es el lugar al cual los muertos van. Jacob expresó que él iría al Seol (Génesis 37:35, o “descendería” en la Reina-Valera). Es obvio que Jacob no estaba hablando de un lugar de tormento ardiente. Debió haber dado a entender que iba al lugar de los muertos.

 

Dado que los impíos son amenazados con la perspectiva de ir al Seol, algunos han llegado a la conclusión que el Seol es un lugar al cual sólo los impíos van. Sin embargo, todos iremos al Seol (Génesis 37:35; Isaías 14:9).

 

Y se levantaron todos sus hijos y todas sus hijas para consolarlo;  mas él no quiso recibir consuelo,  y dijo:  Descenderé enlutado a mi hijo hasta el Seol.  Y lo lloró su padre.(Gen 37:35 RV60)

 

El Seol abajo se espantó de ti;  despertó muertos que en tu venida saliesen a recibirte,  hizo levantar de sus sillas a todos los príncipes de la tierra,  a todos los reyes de las naciones.(Isa 14:9 RV60)

 

Tal vez el uso de la amenaza del Seol para los impíos (vea por ejemplo Salmos 9:17; 55:15; Proverbios 23:14) sólo indica la muerte inmediata como castigo para ellos, en contraste con una longevidad normal como bendición para los justos (Ezequiel 18:4, 9). Si esto es cierto, entonces el Seol debe considerarse como el lugar al cual todos van en el momento de la muerte, tanto los impíos como los justos.

 

La Septuaginta hace uso de la palabra del griego hades como equivalente de Seol, como también lo hace el Nuevo Testamento, cuando cita al Antiguo Testamento (Salmos 16:10; Hechos 2:27 y 31).

 

La palabra hades, del griego, la cual significa “escondido” o “invisible” (traducida como “infierno” en la King James, pero como “Hades” en la Reina-Valera y en la mayoría de las versiones), aparece diez veces en el Nuevo Testamento. Una de éstas, aparece como una variante sin un fuerte apoyo de los manuscritos, y se traduce como “sepulcro” (1 Corintios 15:55).

 

Ni seol ni hades deberían traducirse como “infierno”, un lugar de tormento ardiente. La palabra del griego que significa “infierno”, o lugar de tormento eterno, es Gehenna.

 

 

Continuará…

 

Pr. Jorge E. Pino Valenzuela

 

 

 

 

 

 

 

 

miércoles, 26 de octubre de 2011

¿Qué dice la Biblia sobre lo que sucede al morir? 003 y Final

 

“Y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio” (Eclesiastés 12:7).

 

 

 

 

¿QUE PASA CON EL CUERPO Y EL ESPIRITU AL MORIR?

 

¿Mueren el alma y el espíritu cuando el cuerpo muere? ¿Continuamos viviendo después de la muerte? Esto fue lo que Cristo declaró: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28).

 

Si alguien puede matar el cuerpo pero no el alma, entonces es porque el alma debe ser capaz de vivir aunque el cuerpo muera. La muerte del cuerpo no significa la muerte del alma.

 

El alma de Raquel no murió con el cuerpo de ella; en lugar de ello, lo que sucedió, fue que salió del cuerpo de ella cuando murió: “Y aconteció que al salírsele el alma (pues murió), llamó su nombre Benoni; mas su padre lo llamó Benjamín” (Génesis 35:18). El alma deja el cuerpo cuando uno muere.

 

El alma del hijo de una viuda regresó cuando fue traído de nuevo a la vida. Elías, con el fin de restaurarle la vida, “se tendió sobre el niño tres veces, y clamó a Jehová y dijo: Jehová Dios mío, te ruego que hagas volver el alma de este niño a él. Y Jehová oyó la voz de Elías, y el alma del niño volvió a él, y revivió” (1 Reyes 17:21–22). El alma del niño debió haber salido en el momento de su muerte, de lo contrario, no podría haber vuelto a él nuevamente.

 

Debemos nuevamente, llegar a la conclusión de que el alma abandona el cuerpo en el momento de la muerte.

 

Elías le pidió a Dios que se llevara su “alma” (1 Reyes 19:4), palabra que se traduce como “vida” en la Reina-Valera. Nuevamente, vemos que el alma deja el cuerpo en el momento de la muerte.

 

En el cumplimiento de la profecía de David en el Salmo 16:8–11, el cuerpo de Jesús no se descompuso y su alma no fue dejada en el Hades.

 

En el sermón que Pedro predicó el día de Pentecostés, Pedro hizo uso del Salmo 16 para probar la resurrección de Jesús (Hechos 2:29–31). Su alma abandonó su cuerpo en el momento de su muerte, fue al Hades, y regresó cuando fue resucitado.

 

Esto fue lo que al rico “insensato” se le dijo: “Esta noche vienen a pedirte tu alma” (Lucas 12:20). Lo que se dio a entender con esto es que su alma sería tomada dando como resultado, la muerte.

 

De las anteriores Escrituras se puede llegar a la conclusión de que cuando el alma abandona el cuerpo, éste muere. El alma no muere cuando deja el cuerpo. De la misma manera, nuestro espíritu también abandona nuestro cuerpo y continúa viviendo separado de éste.

 

Cuando Jesús murió, él encomendó su espíritu al cuidado de Dios cuando dijo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23:46). El cuerpo de Jesús permaneció un rato en la cruz y después fue sepultado, pero su espíritu había salido para estar al cuidado de Dios.

 

Mientras vivimos, tenemos la libertad de movernos según lo permiten nuestros cuerpos. Cuando el alma y el espíritu abandonan el cuerpo, ellos dejan de tener tal movilidad física. De allí en adelante dependen del cuidado de Dios. Él los preserva en el Hades mientras son resucitados.

 

 

PARA TERMINAR…

 

La muerte y la vida son términos que deben ser comprendidos según los contextos en los que se encuentren. Cuando pasamos por la puerta de la muerte, el alma y el  espíritu abandonan el cuerpo y entran a un estado incorpóreo.

 

 

Pr. Jorge E. Pino Valenzuela.

Octubre 2011

¿Qué dice la Biblia sobre lo que sucede al morir? 002

 

“Y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio” (Eclesiastés 12:7).

 

 

 

 

RELACION ENTRE LA MUERTE Y NUESTRO CUERPO

 

En el momento de la concepción Dios pone nuestro espíritu en nuestro cuerpo, así dan cuenta las siguientes escrituras (Eclesiastés 12:7; Zacarías 12:1). El juntar el espíritu con el cuerpo físico es lo que le da vida al cuerpo. Siempre y cuando el alma y el espíritu se encuentren en el cuerpo, éste tiene vida (1 Reyes 17:21–22; Santiago 2:26).

 

“Profecía de la palabra de Jehová acerca de Israel.  Jehová,  que extiende los cielos y funda la tierra,  y forma el espíritu del hombre dentro de él,  ha dicho:(Zacarías 12:1 RV60”)

 

“Y se tendió sobre el niño tres veces,  y clamó a Jehová y dijo:  Jehová Dios mío,  te ruego que hagas volver el alma de este niño a él. Y Jehová oyó la voz de Elías,  y el alma del niño volvió a él,  y revivió. (1 Reyes 17:21-22 RV60)”

 

La muerte no termina con la existencia del cuerpo, pero sí termina la vida de ese cuerpo. A menos que se embalsame, un cuerpo comienza a descomponerse en el momento de la muerte y eventualmente vuelve a la tierra (Génesis 3:19; Eclesiastés 12:7). La vida es la que le da al cuerpo de uno, su fortaleza física y sus actividades corporales.

 

“Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra,  porque de ella fuiste tomado;  pues polvo eres,  y al polvo volverás.(Génesis 3:19 RV60)”

 

En el momento de la muerte, sus funciones físicas, intelectuales y emocionales cesan. La muerte física trae consigo el cese de cada una de las sensaciones placenteras y no placenteras que el cuerpo es capaz de percibir.

 

La vida y la muerte físicas se mencionan en contraste de una con la otra en Filipenses 1.20. No podemos tener las dos al mismo tiempo.

 

“conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado;  antes bien con toda confianza,  como siempre,  ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo,  o por vida o por muerte.(Filipenses 1:20 RV60)”

 

Al momento de la concepción, se nos da la vida física. Y salimos de este mundo por medio de la muerte. La muerte es el resultado del pecado (Romanos 5:12). El diablo es un homicida (Juan 8:44); al tentarnos a pecar, tiene o tuvo, tendríamos que decir, el poder de la muerte.

 

“Por tanto,  como el pecado entró en el mundo por un hombre,  y por el pecado la muerte,  así la muerte pasó a todos los hombres,  por cuanto todos pecaron.(Romanos 5:12 RV60)”

 

“Vosotros sois de vuestro padre el diablo,  y los deseos de vuestro padre queréis hacer.  El ha sido homicida desde el principio,  y no ha permanecido en la verdad,  porque no hay verdad en él.  Cuando habla mentira,  de suyo habla;  porque es mentiroso,  y padre de mentira. (Juan 8:44 RV60)”

 

 

Jesucristo vino “para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo” (Hebreos 2:14; 1 Tesalonicenses 3:5; 2 Timoteo 2.26).

 

La muerte que viene a través del pecado es obra del diablo, mientras que la vida que viene por medio de la justicia es el resultado de la obra de Jesús (Romanos 5:17).

 

 

Continuará…

 

Pr. Jorge E. Pino Valenzuela.

Octubre 2011

BAJO LOS OJOS Y LAS MANOS DE DIOS

Señor, tú me has examinado y me conoces;  tú conoces todas mis acciones; aun de lejos te das cuenta de lo que pienso. Sabes todas mis andanzas, sabes todo lo que hago!  Aún no tengo la palabra en la lengua, y tú, Señor, ya la conoces.  Por todos lados me has rodeado; tienes puesta tu mano sobre mí.  Sabiduría tan admirable está fuera de mi alcance; ¡es tan alta que no alcanzo a comprenderla!

(Salmo 139:1-6 DHH)

 

 

Dios tiene un conocimiento perfecto de nosotros, y todos nuestros pensamientos y acciones están abiertos ante Él. Más provechoso es meditar en las verdades divinas aplicándolas a nuestros propios casos, con el corazón elevado a Dios en oración, que con un enfoque mental de curiosidad o de debate.

 

Que Dios sabe todas las cosas, es omnisciente y que esté por doquier, es omnipresente, ambas son verdades reconocidas por todos, pero rara vez creídas correctamente por la humanidad. Dios lleva la cuenta estricta de cada paso que damos, de cada paso bueno y cada paso malo. Él sabe por qué regla andamos, hacia cuál finalidad nos encaminamos, con qué compañía andamos.

 

Cuando soy separado de toda compañía, tú sabes lo que tengo en mi corazón. No hay palabra vana, ni palabra buena en mí sin que sepas qué origen tuvo en mis pensamientos, y con qué intención fue dicha.

 

Dondequiera estemos, estamos bajo el ojo y la mano de Dios. No podemos descubrir cómo Dios nos escudriña; no conocemos cómo somos conocidos. Tales pensamientos debieran evitarnos el pecar.