martes, 25 de octubre de 2011

Que es mejor decir: "Mi Dios, te conozco" o "Mi Dios, te amo y te sirvo"

 

 

¡Me repugna el becerro que tú, Samaria, adoras! Mi enojo se ha encendido en contra de él. ¿Cuánto tardarán en quedar limpios  los israelitas?

 

¡Ese becerro de Samaria no es Dios! Salió de manos de un artesano,  y será hecho pedazos.  Ellos sembraron vientos y cosecharán  tempestades; no tendrán campos que segar, ni sacarán harina de sus espigas; y si acaso llegan a sacarla, los extranjeros se la comerán.

 

¡Israel ha sido tragado! Las otras naciones lo miran como a un objeto sin valor, por haber acudido a Asiria como un terco asno salvaje.

 

¡Efraín dio regalos para comprarse amantes! Pero aunque dé regalos entre las naciones, yo voy ahora a dispersarlos, y durante un tiempo dejarán de surgir reyes y jefes.

 

(Oseas 8:5-10 DHH)

 

 

Cuando Israel era muy presionado, clamaba a Dios pidiendo protección, pero esta era dejada de lado. ¿De qué servirá decir: Mi Dios, te conozco, si no podemos decir: Mi Dios, te amo, te sirvo, ni aferrarnos sólo a Él?

 

Ellos se prometían abundancia, paz y victoria adorando ídolos, pero sus expectativas a nada llegaron. Lo que sembraban carecía de tallo, de hoja, o, si los tenían, el brote no daba fruto, nada había en ellos.

 

Las obras de las tinieblas son infructuosas; sí, el fin de ellas es la muerte. Las esperanzas de los pecadores los engañan y sus ganancias serán su trampa. Todos las artimañas carnales fallarán en tiempos de peligro, en el día del juicio especialmente.

 

Ellos toman un rumbo por sí mismos y, como un asno salvaje por sí mismos, serán la presa más fácil y segura del león. El hombre en nada se parece más al pollino del asno salvaje que cuando busca en la criatura el socorro y la satisfacción que únicamente pueden tenerse en Dios.

 

Aunque los hombres puedan sufrir un poco, si su sufrimiento no procede de la piedad, serán llevados al sufrimiento eterno.

 

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