jueves, 3 de noviembre de 2011

DIOS NUESTRO PROTECTOR

Ten compasión de mí, Dios mío,  ten compasión de mí,  pues en ti busco protección.  Quiero protegerme debajo de tus alas hasta que el peligro haya pasado.

Voy a clamar al Dios altísimo, al Dios que en todo me ayuda.   Él enviará desde el cielo  su amor y su verdad,  y me salvará de quienes con rabia me persiguen.

Tendido estoy, por el suelo, entre leones que se comen a la gente;  sus dientes son como lanzas y flechas,  su lengua es una espada afilada.

Dios mío, tú estás por encima  del cielo.  ¡Tu gloria llena toda la tierra!   Mis enemigos me pusieron una trampa  para doblegar mi ánimo;  hicieron un hoyo a mi paso,  pero ellos mismos cayeron en él.

(Salmo 57:1-6 Dios Habla Hoy)

 

 

 

 

David depende totalmente de Dios.

 

Los creyentes más eminentes deben repetir frecuentemente la oración del publicano: “Dios, sé propicio a mí, pecador”. Pero si nuestras almas confían en el Señor, eso nos asegura, cuando estamos en peligro extremo, que nuestras calamidades serán superadas, y mientras tanto, por la fe y la oración debemos refugiarnos en Él.

 

Aunque Dios es el Altísimo, condesciende al punto de preocuparse que todas las cosas ayuden a bien a su pueblo. Esta es una buena razón de por qué debemos orar fervorosamente.

 

Adonde quiera que miremos en esta tierra, el refugio falla, y no hay ayuda, pero podemos esperarla del cielo. Si hemos huido de la ira venidera a Jesucristo, el que hizo todo lo necesario para comprar la salvación de su pueblo, hará por nosotros y en nosotros todas las cosas necesarias para que las disfrutemos.

 

David se desanimó pensando que habría quienes le tenían muy mala voluntad. Pero la maldad que ellos maquinaron en su contra, se volvió contra ellos mismos.

 

Cuando estaba en la mayor angustia y desgracia, David no oró: Señor, exáltame, sino, Señor, exalta tu nombre. Nuestro mejor aliento al orar lo tomamos de la gloria de Dios, y en todas nuestras peticiones de misericordia debemos considerar eso más que nuestro propio consuelo.

 

Pastor Jorge E. Pino Valenzuela

Noviembre 2011

 

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