lunes, 7 de noviembre de 2011

¡¡ENTRE LOS ANGELES Y LOS HOMBRES... PREFIRIÓ A LOS HOMBRES!! YA NO TEMO A LA MUERTE.

Así que,  por cuanto los hijos participaron de carne y sangre,  él también participó de lo mismo,  para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte,  esto es,  al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.  Porque ciertamente no socorrió a los ángeles,  sino que socorrió a la descendencia de Abraham.  Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos,  para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere,  para expiar los pecados del pueblo.  Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado,  es poderoso para socorrer a los que son tentados.

 

(Hebreos 2:14-18 RV60)

 

 

 

 

Los ángeles cayeron y quedaron sin esperanza ni socorro. Cristo nunca concibió ser el Salvador de los ángeles caídos, por tanto, no asumió la naturaleza de ellos; la naturaleza de los ángeles no podía ser sacrificio expiatorio por el pecado del hombre.

 

Aquí hay un precio pagado, suficiente para todos, y apto para todos, porque fue en nuestra naturaleza. Aquí se demuestra el amor maravilloso de Dios, porque cuando Cristo supo lo que debía sufrir en nuestra naturaleza y cómo debía morir en ella, la asumió prestamente.

 

La expiación dio lugar a la liberación de su pueblo de la esclavitud de Satanás, y al perdón de sus pecados por la fe y la obediencia a lo establecido en las Sagradas Escrituras.

 

Los que temen la muerte y se esfuerzan por sacar lo mejor de sus terrores, no sigan intentando superarlos o ahogarlos, que no sigan siendo negligentes o se hagan malos por la desesperación. No esperen ayuda del mundo ni de los artificios humanos, pero busquen el perdón, la paz, la gracia y la esperanza viva del cielo por fe en el que murió y resucitó, para que así puedan superar el temor a la muerte.

 

El recuerdo de sus tristezas y tentaciones hace que Cristo se interese por las pruebas de su pueblo y esté listo para ayudarles. Él está pronto y dispuestos a socorrer a quienes son tentados y le buscan.

 

DIOS Y NO OTRO… Se hizo hombre, y fue tentado, para que fuera apto en toda forma para socorrer a su pueblo, habiendo pasado Él por las mismas tentaciones, pero siguiendo perfectamente libre de pecado.

 

Entonces, que el afligido y el tentado no desesperen ni den lugar a Satanás, como si las tentaciones hicieran que fuese malo acudir en oración al Señor.

 

Ningún alma pereció jamás siendo tentada si, desde su verdadera alarma por el peligro, clamó al Señor con fe y esperanza de alivio.

 

Este es nuestro deber en cuanto somos sorprendidos por las tentaciones y queremos detener su avance, lo que es nuestra sabiduría.

 

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