martes, 13 de diciembre de 2011

Sobre la mujer y la predicación en una congregación I parte.

Saludos amorosos en el Nombre que nos une. Jesucristo, el verdadero Dios y la Vida Eterna.

 

Junto con saludarles a todos en el amoroso nombre que nos une, en especial a los redimidos en la Sangre preciosa de Jesús, el Dios manifestado en carne. UNICO, VERDADERO, INMUTABLE. Quiero referirme, tal vez extensa, pero definitivamente en la postura, que entiendo respecto a este tema. Para luego cerrar mi participación, dado que hay temas, que sé (no porque sea el hombre más espiritual o con mas visión) que no llegaremos a coincidir en totalidad. Aunque también dejo abierta mi participación, si se requiere que de razón de lo que a continuación es de expresar. Sin embargo, dejo claro, que sólo cuando termine de exponer responderé cualquier consulta que se me requiera del escrito.

 

DEFINIENDO CONCEPTOS

 

Primero, creo que es necesario señalar, para evitar los extremos, qué es lo que entiendo por la Palabra de Dios respecto a la negativa de que la mujer predique en las congregaciones generales, donde participan otros ministros, y no a reuniones particulares donde mujeres enseñan a mujeres, o mujeres predican “más particularmente” a hombres (o mujeres) in-conversos.

 

Esto es importante destacar, para evitar los extremos, como la de una hermana que señala que las mujeres no pueden tener participación extrema, en ninguna clase de servicio a Dios, o conversación, o incluso debates por foro. O para aquellos que contra-argumentarán que yo estoy diciendo que la mujer: “calle en la congregación, calle en la casa, calle en la plaza… etc.)”.

 

Definiendo esto, mi principio a considerar es el siguiente, y bajo este principio que encuentro en las escrituras realizaré mi análisis final:

 

“A las mujeres se les prohibía tomar la palabra para dirigirse a toda la iglesia. En este marco no les era “permitido hablar”, es decir, dar un discurso o hacer una pregunta (1 Corintios 14.34). El tomar la plataforma central sería una muestra de falta de sumisión. Por esta razón, era vergonzoso que la mujer le dirigiera la palabra a la congregación. Con el fin de evitar que se interpretara que ellas tenían algún puesto de autoridad en la asamblea general, las mujeres debían hacer las preguntas en un marco privado. Vuelvo a repetir: esto es, cuando se reúne la  totalidad de la iglesia. En algunos casos, ella tiene más contactos y oportunidades que los hombres. Dios espera de ella que use sus dones cuando puede hablar, para propagar las maravillosas palabras de vida. Al hablar cuando estas oportunidades se le presentan, ella puede glorificar a Dios e influenciar a muchas personas para que sigan a Jesús.”

 

 

EL ERROR DE PENSAR QUE SEÑALAR QUE LA MUJER NO PREDIQUE ES DENIGRARLE.

 

Hay un gran paradigma en aquellos hermanos que defienden la predicación de la mujer, señalando entre líneas que ser sumiso es ser denigrado. Sin embargo, los principios de Dios son totalmente diferentes a los que el mundo nos plantea: Para Dios el mayor siempre es el que sirve, y desde este punto de vista de Dios, el ser sumiso tiene mayor valor que el no serlo. 

 

De ser una denigrante condición la del servicio y la sumisión, entonces estaríamos diciendo que Jesucristo, en su servicio y sumisión, vivida y enseñada, estaba equivocado. Y creo, con todo mi corazón, que ninguno de nosotros se atrevería hacer tal aseveración. Debemos corregir nuestra forma de pensar, si creemos que la sumisión y el decoro son sinónimos de denigración.

 

Sin embargo, es importante señalar, que las posturas islámicas y judías respecto a este tema son extremas, y que nada tienen que ver con los conceptos bíblicamente encontrados en la Palabra de Dios.  Que de ninguna manera se debe aceptar el maltrato ni físico, ni psicológico a ninguna persona, sea cual sea su sexo o raza. Esto es totalmente condenable y difiere con todo principio bíblico.

 

 

SOMOS DIFERENTES, QUERAMOS O NO QUERAMOS, LO ACEPTEMOS O NO LO ACEPTEMOS

 

¡Qué extraña paradoja es que en esta generación, en la que se milita por promover la igualdad de los sexos, las mujeres a menudo salgan perdiendo cuando han ganado! Los sexos no son “iguales”. Siempre ha sido cierto que las mujeres tienen bebés y los hombres van a la guerra. Podemos enviar mujeres a la guerra en nombre de la igualdad, pero los hombres no van a tener bebés. Las diferencias naturales y sociales no siempre funcionan a favor de los hombres o de las mujeres. Por ejemplo, sea por causa de presiones psicológicas o por debilidad fisiológica, los hombres tienden a morir a una edad más temprana que las mujeres.

 

La sociedad y la cultura imponen cargas sobre los hombres y las mujeres de modos diferentes y desiguales. No tiene sentido convertir estas desigualdades en el motivo para una “guerra de los sexos”.

 

No habrá legislación ni campaña de concientización que elimine las cargas que los hombres deben sobrellevar como hombres, ni las que las mujeres deben sobrellevar como mujeres. Cada sexo tiene sus respectivos papeles que cumplir en relación con el otro y con el mundo que le rodea. La aceptación de las diferencias emocionales y fisiológicas en un  contexto de mutuo respeto es la senda que Dios nos muestra en su palabra.

 

Me pregunto: ¿Será responsabilidad de esta tozuda ganas de igualar los sexos el problema que tiene hoy en día nuestra sociedad respecto a los conflictos familiares (en las familias) que se presentan a diario con trágicas consecuencias como la homosexualidad, los masivos divorcios, las familias segregadas?. Tal vez no podamos culpar por completo a este “movimiento”, pero de todas formas da para pensar un poco.

 

Con estas palabras termino esta primera intervención.

 

Les amo en Cristo Jesús, pueblo de Dios!!!

 

Jorge E. Pino Valenzuela

Pastor Evangelista

Pueblo de Colina

Santiago de Chile.

 

 

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